Según cuenta la tradición, San Pedro, el Apóstol Pedro, la custodio tras la muerte de María, la madre de Jesús, y lo llevó junto a él cuando se trasladó posteriormente a Roma.
Allí fue utilizada en la consagración de la misa que hacían todos los Papas que le sucedieron, hasta que en el año 258 DC, siendo Sixto II el Papa por aquel entonces y Valeriano Emperador del imperio romano, este, tratando de conseguir dinero y bienes para financiar sus maltrechas arcas, conmino al Papa a que le entregase todas las riquezas que disponía la Iglesia tanto en metálico como joyas, objetos de valor y bienes de culto, bajo pena de muerte.
Por aquellas fechas era custodio de todo aquel Patrimonio el diácono Lorenzo, religioso de origen hispano y nacido en Osca (la actual Huesca, en España). Ante aquella comprometida situación y tras las instrucciones de Sixto II para que repartiera entre los pobres el dinero, otros objetos de valor, y que salvara el Cáliz, lo confío a Precelio un legionario hispano para que lo llevara a casa de sus padres, Orencio y Paciencia, sita en Loreto, localidad próxima a Osca, con el mensaje de que lo escondieran, conociendo que objeto era y su trascendencia para el Cristianismo.
Mencionar que Valeriano, quien viéndose burlado y engañado cumplió su promesa y martirizó a Sixto II junto con cuatro de sus diáconos y el 6 de Agosto lo ajusticio. A San Lorenzo le dio un trato más cruel ya que lo martirizó durante 3 días en una parrilla hasta que finalmente falleció el 10 de Agosto.